domingo, 28 de marzo de 2021

Entre la ausencia y la presencia. La obra de arte como dispositivo de verdad*

 *En Argentina,cada 24 de marzo se conmemora el día nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Manera en la que se recuerda la última dictadura militar (1976-1983). En memoria de sus victimas va este texto. 


Entre la ausencia y la presencia



                                                             Bicicleta Museo Caraffa, Cordoba.Argentina.

 

La silueta de la bicicleta es la metáfora de la ausencia.

  Juan Carlos Romero, 2002

 

Se emplaza silenciosamente en heterogéneos rincones del espacio público[1]. La técnica es el esténcil[2] Desde sus sutiles líneas, la producción artistica, nos remite a un objeto de la realidad: una bicicleta.  De características singulares, se presenta como una imagen que oscila entre la realidad y la fantasmagoría: hacemos referencia a una de las bicicletas de Traverso[3]. La misma tiene los rasgos embrutecidos por el soporte en general pétreo y hostil de la pintura negra fresca. La escala –humana- permite situarla, reconocerla y asimilarla como objeto y artefacto de uso. Se trata de una imagen matérica, un esténcil, que se monta en el contexto del espacio público. 

En medio de la confusión, de realidades superpuestas, de la publicidad, del smog e inmersa en la urbe, la bicicleta, forma parte de un presente que la incluye.  El artefacto es materia, es gráfica. A manera de collage, su impronta se hace presente en el conglomerado y denota en el mismo momento su antítesis: la ausencia. Decimos que el cuerpo, cada cuerpo y en cada caso,  experimenta los pliegues de la realidad. Entonces el sustrato, la materia pictórica que la conforma, así como su soporte pertenecen y forman parte de una serie de derivas, las que cada cual construye.

Ahora bien, a los fines de reconocer la “presencia” en la imagen pictórica abordamos la mirada como punto de partida posible. La mirada se transforma en una bisagra que conecta lo real con la experiencia subjetiva de la imagen. En este punto y asumiendo un sujeto que se incluye en esa imagen surge lo discursivo. Es posible entonces pensar la obra como dispositivo, como materialidad que representa y a su vez pone en presencia permitiendo situar la imagen en un “entre” para subtender lo imaginario con lo simbólico.

 

En el presente trabajo, ensayamos algunas cuestiones de la obra de arte en relación al problema de la mirada, esta vez, cercanos al psicoanálisis Lacaniano y en torno a las conexiones que se activan en el sujeto incluido en la experiencia perceptiva de reconocer una imagen. Dicha imagen -del campo del arte- habilita una producción de sentidos (Pierce), cuestión que remite cierta especificidad en el marco de su producción   y -decimos también- de su consumo.

 

Lo real - montaje y sujeto  

 

Retomamos la noción de montaje  que nos permite revisar la idea de aquello fragmentario, lo móvil y la convivencia de lo diferente. En su teoría de la vanguardia Bürger define el montaje como “la incorporación de fragmentos de la realidad a la pintura” lo cual lo lleva a afirmar que más allá de destruir la unidad de la obra como producto absoluto de la subjetividad del artista, queda además plasmada, en esta mirada fragmentada, la actitud[4]  de “renuncia a la total constitución del espacio del cuadro” (Bürger, 1974, pag. 140).Ahora bien, si pensamos que el montaje supone elementos o fragmentos de la realidad agrupados   a modo de ensamblaje; en el caso que nos ocupa la superposición de elementos conforma cierto aire de totalidad. Lo fragmentario de aquellos planos o pliegues de la realidad redefinen el espacio público urbano, sin el cual sería imposible pensar en la obra de Traverso. Observamos entonces que, no hay marco (el espacio pictórico tradicional) que recorte límite alguno, sino por el contrario se conectan o superponen los diversos planos: real y realidad.

 

Si para Lacan lo real es imposible, incognoscible e inasimilable (Evans, 1996, pag. 163) abordar esta sucesión de pliegues, de estratos de lo real, en su sentido matérico, no sería posible sino a través de la mirada.  Mirada que en sí misma como describe Foster se torna compleja, ambigua y amenazada, tamizada por el filtro de un sujeto desdoblado. Podríamos   realizar una operación análoga a la que realiza Metz con el montaje fílmico y transformar el objeto (matérico) en signo, lo cual posibilita también en nuestro caso movilizar fragmentos del mundo para convertirlos   en fragmentos o partes de un discurso desde el mismo acto de su disposición=montaje (Metz, 1977, pag. 178).

 

Decimos en este punto, el estatuto de la mirada como dispositivo perceptivo, es una especie de bisagra que para Verón articula lo real matérico con la imagen simbólica, y es en el mismo instante en el que el montaje se concreta como realidad.  Asumimos entonces un sujeto urbano contemporáneo, de tiempos acelerados, sobrecargado de estímulos, inmerso en el éxtasis de la comunicación (Brea, 1991) atravesado por la imagen-signo de la realidad.

 

…Y detrás de la imagen, para Lacan está la mirada, el objeto, lo real, con lo cual “el pintor en cuanto creador (…) entabla un diálogo. De manera que no es posible una ilusión perfecta, y aún si fuese posible no respondería a la cuestión de lo real, lo cual, detrás y más allá deja de atraernos. Esto es así porque lo real no puede representarse, de hecho, se define como tal como lo negativo de lo simbólico, un encuentro fallido, un objeto perdido (lo poco del objeto perdido para el sujeto, el objet á. (Foster, 2000, p.145)

 

Pensar en el discurso en su sentido activo nos acerca al desplazamiento mediante la cual podríamos afirmar que el sujeto que mira produce el recorte de la imagen y genera en el mismo momento el encadenamiento de ideas y cosas, un proceso de semiósis de carácter abierto y multidireccional. Así, opera en el sujeto -en relación al montaje - la doble articulación en la cual se entrelazan percepción y cognición; vale decir que la contigüidad metonímica incluye en el proceso el abordaje de lo matérico, el tiempo y el espacio.

 

Bicicleta en espera

 

Dijimos que la imagen plasmada pertenece a un artefacto de uso cotidiano, un objeto que forma parte de la experiencia del hombre en el mundo: una bicicleta. Y, como sostiene Verón “en virtud de su relación con la mirada, en consecuencia, toda imagen es a la vez ícono, figura aislable que obedece a la similaridad, a la sustitución y un espacio de deslizamientos metonímicos” (1987).

Entendemos que la clave de esta atracción es la similitud de la imagen respecto del objeto de la realidad que se apoya en parte por la mera experiencia del sujeto y en relación a esos deslizamientos metonímicos   que incurren a las imágenes de la propia memoria. En el mismo sentido, no podemos desconocer que la imagen hace lugar a una “presencia” que incluye -de manera implícita- su ausencia.  La bicicleta da cuenta de la cita del hombre. Hay una presencia, un sujeto tácito, es la imagen de una bicicleta en estado de latencia: una bicicleta en espera.

 

La disposición de los elementos del montaje, en términos de discurso, da lugar a la construcción de un proceso de semiósis[5]. Proceso que se libera con la proliferación de relaciones mediadas por la memoria del sujeto: un sujeto inmerso y que se nutre de un universo social. Lo ineludible en este caso es la inclusión  de la ausencia, que como bien sostiene Barthes es una ausencia que se resignifica ya que siendo “ausencia de un significante explicito suena ella misma como un significante” (Barthes,1985, p. 67) y en este mismo sentido es que la imagen penetra   y conforma un rasgo de verdad del sujeto.  Esto mismo afirma Wajkman, quien y ya en términos psicoanalíticos   hace referencia a “presentificar” a través de esa ausencia (Wajkman, 2001, pag. 177). Presencia que se propone “hacer ver “o como también sostiene “volver presencia” aquello que se sitúa en el mismo    instante en el que el sujeto conecta con la mirada. No escapa a esa “falta” en cuanto a la relación   simbiótica de una imagen que propia de la escena urbana: el hombre en la bicicleta, el hombre en movimiento, la bicicleta en espera, la bicicleta en los márgenes de la acera. Imágenes que ponen en evidencia la ausencia como situación prioritaria. Traverso subraya aquí, esa ausencia.

 

Nos posicionamos entonces en el nodo mismo del problema. En esta imagen – podemos sostener- se entretejen los rastros (en la urdimbre entre lo semiótico y lo psicoanalítico). Y, en base a ello ¿podríamos pensar la obra como dispositivo de verdad/es o bien como  una instancia que conecta la experiencia personal/colectiva con aquellos espacios   -ocultos- de la verdad del/los sujeto/os?

 

Dispositivo de verdad

 

Ya expresamos antes que  la mirada podría ser definida como bisagra y conexión necesaria entre lo   real - aquello imposible- y los espacios definidos en las representaciones que hacen a lo individual y lo social, lo que incluye lo imaginario y lo simbólico del sujeto. Ensayamos también la posibilidad de asumir al montaje como la concreción matérica del significante: la obra. Sin embargo, a estas alturas se torna casi una necesidad la de pensar que esa misma construcción matérica en su instancia de significancia, podría ser considerada –la obra o el montaje- como un dispositivo. Retomamos lo que plantea Núñez:

Los dispositivos son regímenes definibles, con sus variaciones y transformaciones, tanto en el caso de lo visible como en lo enunciable.  Presentan líneas de fuerza que atraviesan umbrales en función de los cuales son estéticos, científicos, políticos, etc. (…) no se trata de saber ni de poder, sino de un proceso de individuación relativo a grupos o personas que se sustrae a las relaciones de fuerzas establecidas como saberes constituidos. (Núñez Artola, 2002)

 

Ahora bien, si para “Lacan la verdad se abre camino en lo real gracias a la dimensión de la palabra” (Evans, 1996, p. 195) se produce aquí innumerables cruces. La acción metonímica provee al sujeto de los desplazamientos tomando el dispositivo y el espacio que lo circunda como base.  De una u otra manera los elementos diversos que se concretan como pliegues o fragmentos posibilitan la estructura de verdad – cualquiera sea-. Nos referimos a una verdad escurridiza, que se hace lugar entre la ambigüedad y la paradoja que la conforma el dispositivo: la obra que como significante posibilita la apertura de aquello oculto en el sujeto. La pregunta que sigue entonces es ¿podríamos sostener la posibilidad de una verdad en este marco de lo fragmentario?  En su respuesta pensamos que la verdad según Lacan tiene estructura de ficción o de falsedad, como expresa Evans, sin embargo, esa verdad en el caso de nuestro montaje no es única sino es una verdad que se muestra en la falsedad de lo complejo, una verdad que fuga, que tiene múltiples sentidos. Verdad que muta.

 

Insistencia, similitud, repetición

 

En la actualidad, después de cinco años de ese 24 de marzo de 2001 en que pinté la primera, todas las mañanas, al ir a mi trabajo en bicicleta me cruzo con otros ciclistas y a su vez con esas otras estampadas en las paredes. Estoy seguro que algunos, después de verlas ahí, tan solas y desamparadas, siguen viaje armando una poesía en su cabeza.

Fernando Traverso


En su práctica artística Fernando Traverso ha plasmado centenas de bicicletas a lo largo del país. La técnica del esténcil le permitió generar gran cantidad de impresiones desde la misma pieza de base y mediante la cual imprimió múltiples miradas como sujetos se vean incluidos[6] - en el dispositivo-. Cada imagen surge incrustada en la realidad, a modo de una fantasmagoría (Benjamín). Si bien la imagen se corresponde a un mismo objeto, una bicicleta; a su vez no lo es.

 

Ahora bien, en relación a la práctica psicoanalítica, la repetición se muestra ligada a manifestaciones del inconsciente y en este sentido la insistencia de la palabra es también la insistencia de la cadena significante (Evans,1996, pag. 195).  No se trata entonces, de pensar en la repetición como mera   reproducción en el orden de la semejanza, sino más bien en su sentido de similitud lo cual nos permite reconocer pequeños desvíos.


 Foster entiende que esta repetición apunta a:

abrirnos paso a lo real. -y que- Lo real, según el juego de palabras de Lacan es traumático, (…) aunque no se pueda decir a que perdida se alude.  Mediante embestidas o denotaciones parecemos casi tocar lo real, que la repetición de las imágenes a la vez la distancia apremia hacia nosotros. (Foster, 1999, p.140) 

Por lo tanto, es claro que   no hablamos del tipo de obra que predispone a su contemplación[7],   sino más bien podríamos afirmar que se trata de una obra que se presenta como discurso-, mediado por la mirada. Es a través de la obra que el sujeto se conecta con su verdad escurridiza: pone en presencia a partir de la ausencia.  Razón   por lo cual, podemos sostener como expresa Wajcman “apunta a lo real y en lo real a lo que hay más real, es decir a la falta, el agujero, la ausencia…” (2001, p. 160)

 

Comentarios últimos

 En el presente ensayo nos acercamos a la obra artística desde algunas consideraciones cercanas a la problemática del psicoanálisis.  Sin duda la articulación de estos dos campos es ambiciosa. Sin embargo, se intentó no caer en interpretaciones circunstanciales de la obra sino por el contrario de establecer algunas claves que permitan el abordaje de la misma desde un punto de vista relacional y abierto, y no del “uso” del psicoanálisis en busca de la transparencia de un relato posible.

 Entendemos que es necesario ensayar cruces en el que puedan confluir diferentes campos, generando la puesta en acción. Sostenemos finalmente la posibilidad de pensar en la falsedad, o bien, la ficción como ámbito propio de las acciones del arte y en el cual fluctúan porosidades por las que escapan y escurren y/o transcurren en las –íntimas- verdades del/los sujeto/os.

 

                                                                    V.  Soledad Guerra


Bibliografía

 

Bürger, P. (1974): Teorie der avantgarde: Frankfurt: Suhrkamp. Traducción de J. García. (1984) Teoría de la vanguardia. Barcelona: Península.

Evans, Daylan (1996), An Introductory Dictionary of Lacanian Psychoanalysis. Ed. Routledge, Londres.  En castellano: Diccionario Introductorio  de Psicoanálisis Lacaniano. (1997). Traducción Jorge Piatigorsky. BsAs: Ed. Paidos.

Foster, Hall (1999) The return of real: The Avand- Garde and the  End off the Century.  Original publicado por Yale University Press. Traducción al castellano Alfredo Brotons  Muñoz. El retorno de lo real. La vanguardia a finales del siglo.  En español Ediciones Akal.

Gómez, Mariana (2007), Del significante a la letra. La semiótica peirceana en el proceso de formulación del discurso lacaniano. Alción Editora, Córdoba, Argentina

Gómez, Mariana (2009), El proceso de formulación del discurso lacaniano desde una perspectiva socio-semiótica. [en línea] Disponible en Word Wide Web http://literaturaypsicoanalicisunc.blogspot.com/

Metz, Christian (1977), Le signifiant imaginaire. Bourgois Editeur, Paris. Traducción de Josep Elias El significante imaginario. Psicoanálisis y cine. (2002). Bs As.: Paidos.

Miller, Jacques-Alan (1969-1970) El Seminario de Jacques Lacan. Libro 17. El Reverso del Psicoanálisis. Paris. Traducción de Henric Berenger y Miguel Bassols. Bs As: Paidós.

Núñez Artola, María Gracia, (2002) Dispositivo y dominación en el modelo panóptico. Publicado en Antroposmoderno. [en línea]Disponible en Word Wide Webhttp://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=137

Paine, Michel (1996) A Dictionary of cultural and critical theory. Traducción al castellano por Patricia Willson. Diccionario de teoría crítica y estudios culturales  (2006) Bs. As: Paidos.

Verón, Eliseo, (1987), el Cuerpo reencontrado, en “La semiosis social“ .Buenos Aires, Gedisa.

Wajman, Gerard (1998), L objet du siecle. Editions Verdier, Paris. Traducción de Irene Golf El objeto del siglo. (2001) 1era Edición en castellano, Buenos Aires:Paidos.



[1]              En la década del sesenta el impulso político en el campo artístico (que ya tiene sus antecedentes directos en las primeras vanguardias) acrecentó la toma de las calles y ámbitos urbanos, espacios marginales del espacio público en sus prácticas, por lo cual, en esta voluntad de sacar el arte del ámbito tradicional de exposición, las galerías, tomo forma la categoría de “arte público”.  Lugares para un arte público, en La idea de espacio. (J.  Maderuelo: 2008,219).

[2]              El esténcil art es una práctica artística que en los últimos años a proliferado en las calles como una de las posibilidades de lo que en el ámbito institucional del arte se denomina arte público. Dichas imágenes se presentan como elementos icónicos impresos en diversos soportes murales, propios de la construcción como lo denomina Araujo del lienzo urbano.

[3]              Para ampliar más datos sobre la obra de Traverso [en línea] Disponible en http://www.00350.com.ar/contenidos/ver/15

[4]              En su origen una actitud radical de la primera vanguardia, crítica y política por excelencia. Teoría de la vanguardia. (Bürger, 1974).

[5]              Lo que para Pierce es la deriva de la cadena de significantes en un proceso infinito. (Gomez,2006)

[6]              Cabe destacar que como plantea Bürger las obras, lo son en tanto pertenecen a la institución arte, por lo cual lo que para nosotros es el montaje -dispositivo, pertenece a una categoría en el plano de lo simbólico y no todos los sujetos sociales tienen acceso. Son representaciones sociales /culturales que en definitiva accionan en el plano de la semiótica. El filtro primero es la mirada.

[7]              Nos referimos a las obras  auráticas, en términos de W.  Benjamín. Ver más en su ensayo la obra de arte  en la era de la reproductibilidad  técnica.

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